19 de Abril de 2024

Manuel Zepeda Ramos

Átomo. El descubrimiento formal en la segunda parte del siglo XIX -aunque arrastrando el conocimiento desarrollado por los grandes hombres de esta gran sociedad de animales razonables prácticamente desde los griegos con sus correspondientes aportaciones, añadidos, desprestigios, satanizaciones y amenazas-, de una partícula infinitamente pequeña integrada por un núcleo que contiene protones -carga positiva- y neutrones -sin carga-,   rodeado por electrones -carga negativa-, que se mueven intensamente a su alrededor, vino a transformar el pensamiento científico de la época de una manera tremendamente significativa.

La inteligencia humana es prodigiosa e infinitamente creativa.

Este gran descubrimiento permitió que otros científicos de la época, a los pocos años de haber lanzado al mundo la existencia no palpable a simple vista de partículas infinitésimas de la materia -Albert Einstein es la personalidad más representativa-, descubrieron que el átomo podía fisionarse -separar sus partículas que lo integran-, y al lograrlo también podía fusionarse con otros componentes de la materia, liberándose una enorme cantidad de energía aprovechable para el beneficio de la vida. Esta energía lograda habría de permitir la electrificación de las comunidades de la tierra, así como el aprovechamiento de esa energía liberada para echar andar prácticamente todo el aparato industrial de los pueblos del Planeta con lo que la producción industrial se volvía la panacea del desarrollo.

 

Dios dispone; pero viene el Diablo y todo lo descompone.

La ambición humana por controlar al mundo, defecto palpable de los animales inteligentes y dominantes, hizo que las potencias de la época desarrollaran el conocimiento de la Energía Atómica para fines bélicos. La Alemania del Tercer Reich y los Estados Unidos, ya convertido este último en potencia desde la gran ayuda que les proporcionara a sus aliados europeos durante la Primera Guerra Mundial, empezaron a trabajar sobre eso. A Hitler ya no le dio tiempo, pero a los gringos sí. Hiroshima y Nagasaki, ciudades pujantes del Imperio del Sol Naciente, fueron las víctimas del desarrollo puesto al alcance de la guerra con quienes los aliados, destruyendo ambas ciudades, dieron fin a la segunda gran conflagración de la humanidad haciendo uso de la energía atómica para ello. Ante los ojos del mundo, vimos a toro pasado -la tecnología de la comunicación se reducía al cine y a la fotografía-, el gran poder de destrucción que la energía nuclear puede tener si se usa para ello, arrasando con todo, vidas y edificaciones, como el Lobo Feroz le hacía a uno de los cochinitos que había construido su casa de paja.

Liberado el trago amargo del final de la Segunda Guerra Mundial con el nacimiento de la ONU, hemos visto como las plantas nucleoeléctricas del mundo, Chernóbil aparte, generan energía para el desarrollo, incluido México con su planta Laguna Verde que opera muy cerca de Xalapa.

Pero la inquietud del pensamiento humano es constante.

El desarrollo de la investigación científica y tecnológica del Planeta sigue su curso sin parar un solo instante.

Han descubierto ya la Nanotecnología, que es el desarrollo científico y tecnológico de la miniatura en su sentido más infinitésimo, es la nueva Revolución Industrial, es el desarrollo de partículas más pequeñas que el átomo y sus estructuras de integración molecular que ahora ya pueden manipularse para crear nuevos elementos estructurales desde el microscopio para hacer productos nuevos que le sirvan al hombre para su desarrollo en serio, para poder brindar a los habitantes de los pueblos que trabajan en ella bienestar, calidad de vida y ganas de trascender.

Por sólo mencionar, con la nanotecnología se pueden ya hacer pantallas de plasma súper delgadas para televisión, computación o telefonía celular; o discos de almacenamiento de datos e imágenes fijas o móviles de una enorme capacidad de almacenamiento, nada más que del tamaño de un botón; o piezas de acero cuatro veces más resistentes pero también cuatro veces menos pesadas. De ese tamaño.

Nuestro país ha estado ausente de los grandes acontecimientos científicos del siglo pasado. Primero, nuestra revolución se atravesó. Luego, el desarrollo de la Física y Química Cuántica nos atrapó en el poco conocimiento para ser capaces de hacerlo. Ahora, la Nanotecnología aparece como un invento del Diablo, al que debemos entrarle.

Ruy Pérez Tamayo, el gran patólogo y divulgador de la ciencia, mexicano por supuesto, ha dicho que el mejor momento de la Ciencia mexicana fue durante Salinas de Gortari.

¿Saben por qué?

Porque los científicos acordaban directamente con el Presidente.

México tiene todas las condiciones ahora para apostarle a la educación, como no hemos podido hacerlo en la envergadura necesaria y si lo hicieron Corea del Sur y la India hace sesenta años.

Me parece que llegó el momento de intentarlo; que el CONACYT pueda ejercer el presupuesto para formar a los ingenieros que necesita la reforma energética y no se queden trabados en la burocracia hacendaria como, dicen, sucedió en los gobiernos panistas; para que México vea más allá.

La Nanotecnología, que ya se practica en nuestro país porque hay doctores calificados y bien formados, en la Universidad Veracruzana por ejemplo, también puede tener cabida en esta apuesta por la educación.

 

Es el tiempo para ello.